Conservación comunitaria en África. Éxitos y fracasos: lecciones para la actual crisis de caza furtiva

 

Brian. T. B. Jones
Consultor independiente de Medio Ambiente y Desarrollo

1. La conservación comunitaria en África

1.1 La Conservación Fortaleza y la conservación comunitaria

Durante más de tres décadas en África la participación de la comunidad en la conservación ha sido promovida como una alternativa a la “conservación fortaleza” – la defensa de las Áreas Protegidas (AP) y la fauna de las depredaciones de la población. Como parte de la Conservación Fortaleza se crearon las zonas protegidas, y a menudo fueron separadas de las áreas circundantes con vallados, se excluyó a la gente de las Áreas Protegidas, se evitó el uso para consumo de la fauna salvaje y se minimizaron otras formas de impacto humano (Adams y Hulme 2001).  Se emplearon guardas de caza paramilitares para evitar que la población local usara los recursos en los parques nacionales y matara la fauna para comerciar o comer. La Conservación Fortaleza se estableció bajo el dominio colonial pero muchas veces se perpetuó bajo gobiernos posteriores a la independencia.

La participación de las comunidades locales en la conservación, conocida generalmente como “conservación comunitaria”, surgió como un enfoque alternativo basado en las experiencias en el Este y el Sur de África en los años setenta y ochenta. Adams y Hulme (2001) sugieren que la conservación comunitaria posee dos elementos principales. En primer lugar, que la gente en y alrededor de las Áreas Protegidas debe participar en la gestión de los recursos naturales, y en segundo, que los objetivos de la conservación deben estar ligados a las necesidades de desarrollo local. La conservación comunitaria incrementó su popularidad debido a varias razones: podía estar ligada al concepto de desarrollo sostenible; encajó su creciente reconocimiento en el concepto de desarrollo en que las comunidades debían participar en el diseño y ejecución de los proyectos de los que se iban a beneficiar; resonó con un renovado énfasis en la atribución de un valor económico a los recursos naturales; introdujo nuevas agendas para la ayuda exterior basada en los incentivos económicos, una reducción del papel del Estado y la atención hacia las comunidades, y proporcionó un medio para hacer frente al reconocimiento creciente de que las zonas protegidas no eran suficientes por sí solas para conservar la vida salvaje de África.

1.2 Diversidad en los enfoques comunitarios

La participación comunitaria en la gestión de los recursos naturales adopta muchas formas diferentes en lugares distintos y en distintos contextos socio-políticos y biofísicos, y también se interpreta de diferentes maneras en diferentes lugares de África (Binot et al 2009b).  Sin embargo, se pueden identificar tres formas principales de participación comunitaria (Barrow y Murphree 2001): el alcance de las Áreas Protegidas, la gestión colaborativa, y la conservación basada en la comunidad.

El alcance de las Áreas Protegidas tiende a centrarse en desarrollar el apoyo de las comunidades hacia las Áreas Protegidas (AP). Reconoce que las comunidades vecinas a las AP sufren costes que pueden incluir una pérdida de acceso a la tierra y a los recursos, y daños a los cultivos, la pérdida de ganado y la pérdida de vidas humanas debido al conflicto entre humanos y la vida salvaje. Se pretende, pues, proporcionar algún beneficio de la AP para compensar esos costes y garantizar que los residentes locales no socaven la integridad de la AP.

La gestión colaborativa tiene como objetivo involucrar a los actores locales en la gestión de un recurso particular o un área de conservación a través de algún tipo de acuerdo negociado. A menudo, tales acuerdos se establecen entre los gobiernos responsables de las AP de propiedad estatal y las comunidades residentes o vecinas del área protegida.

La conservación basada en la comunidad  (a veces llamada Gestión de Recursos Naturales basada en la Comunidad o CBNRM [en inglés]) se da donde las comunidades locales poseen derechos sobre el uso de las tierras y/o recursos y toman sus propias decisiones acerca del uso de los mismos. Estos pueden ser derechos de facto o derechos transferidos por el Gobierno y reconocidos en la legislación. En África, en diferentes países existen enfoques basados en la comunidad para la gestión de la vida salvaje, de los pastizales, del agua, de los bosques, y de la pesca continental y los recursos de origen marino.

Más recientemente se ha otorgado reconocimiento al concepto de Área de Conservación Comunitaria Indígena (ICCA): tierra comunitaria donde las acciones de la población local han conservado los recursos naturales. La IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) define las ICCA como ecosistemas naturales o modificados que contienen valores considerables de biodiversidad, funciones ecológicas y beneficios y valores culturales voluntariamente conservados por los pueblos indígenas y las comunidades locales, tanto sedentarias como móviles, a través del derecho consuetudinario u otros medios eficaces (Borrini-Feyerabend 2010).

Los enfoques de la conservación comunitaria han sido moldeados por factores diferentes en diferentes regiones de África. A continuación se presenta un breve resumen de los enfoques regionales1.

1.2.1 África Occidental

En África Occidental existe un enfoque de la participación de la comunidad en la gestión forestal. En Gambia, 139 bosques comunitarios fueron registrados oficialmente el año 2008 bajo legislación nacional, cubriendo un área de algo más de 12.600 Ha. (Jammeh, 2008).  Una evaluación realizada por Thoma y Camara (2005) concluyó que, en general, las tendencias de un número de especies indicadoras fueron más positivas en los bosques comunitarios que en las áreas forestales del Estado donde, en promedio,  las tendencias para la mayoría de especies seguían siendo negativas. Los lugareños indicaron tendencias positivas en diversas especies silvestres asi como en las poblaciones de jabalíes, babuinos y ratas de cañaveral.  Atribuyeron dichas tendencias a la mejora de la cobertura forestal junto a un mayor cumplimiento de la legislación sobre la caza en tiempos recientes. Los incendios forestales estaban disminuyendo. Jammeh (2008) registró un descenso en el uso ilegal del bosque.

En Ghana, las Áreas de Gestión de los Recursos Comunitarios (CREMAs, en inglés) se han establecido conforme a la política de fauna colaborativa basada en la comunidad del año 2000.  Binot et al (2009b) informaron de que para el año 2009 en Ghana las Áreas de Gestión de los Recursos Comunitarios habían obtenido un cierto éxito en la conservación de los recursos naturales a través de una reducción de las actividades ilegales, que creían que se basaba en la expectativa de rendimientos futuros.

Binot et al (2009a) informaron de que era demasiado pronto para juzgar los impactos de las CREMA en los medios de vida de Ghana, aunque las primeras experiencias sugerían sentimientos negativos respecto a como las regulaciones de las CREMA restringían ciertas actividades. Decían que los indicadores de capital social, por el contrario, eran muy positivos, ya que los miembros de las CREMA percibían que las instituciones estaban trabajando por el bien común. También se consideró que era demasiado pronto para evaluar cuestiones como el desempeño de la gobernabilidad de las CREMA. Sin embargo, más recientemente, Ashley (2012) informó que las CREMA fueron exigidas e impulsadas por la población local, basadas en valores y sistemas tradicionales, que tenían el respaldo legal para permitir la gestión, aplicación de leyes y generación de ingresos, y eran económicamente autosuficientes con la distribución de beneficios definidos por las comunidades.

Tanto Thoma y Camara (2005) como Jammeh (2008) notaron un aumento de los ingresos procedentes de la silvicultura en miembros de las comunidades en Gambia. Los ingresos se derivaban de una serie de iniciativas como la venta de leña, madera, postes, muebles y miel, y del ecoturismo.

1.2.2 África Oriental

En África Oriental, Binot et al (2009a) vieron que en algunos casos la propiedad comunitaria o la tierra gestionada por la comunidad parecen lograr un mejor rendimiento que las tierras del Estado en el mantenimiento de las poblaciones de fauna salvaje. Éste fue particularmente el caso en Kenia y Tanzania, donde los terratenientes estaban generando beneficios económicos significativos a partir de la vida salvaje. Los recuentos de la caza en las zonas de conservación comunitaria entre 1990 y 2005 mostraron una estabilización o un incremento de las poblaciones de vida salvaje. Los estudios también indicaron que un número de zonas de bosque comunitarias conservaban la vegetación forestal de forma más efectiva que los bosques estatales. De acuerdo con Binot et al (2009a) en Tanzania, los impactos de la gestión forestal incluyen:

• Mejoras en el vertido y la calidad de las aguas en las áreas de Gestión Forestal Participativa

• Aumento de los signos de regeneración natural en las zonas degradadas.

• Reducción de los niveles no regulados e insostenibles de consumo (tales como la explotación forestal, la producción de carbón y la caza)

• Reducción de la incidencia de incendios

• Reducción de los ingresos de la aldea a través de multas, debido a la disminución de las actividades ilegales

• Reducción de la expansión de tierras agrícolas en zonas forestales

• Aumento del número/diversidad de fauna

Sin embargo, los intentos por introducir la conservación comunitaria a través del establecimiento de Áreas de Gestión de la Vida Salvaje (en inglés WMAs) en Tanzania han sido menos exitosos debido a que los procedimientos que hay que pasar para obtener el estatus de WMA son particularmente onerosos, las regulaciones gubernamentales no delegan derechos de uso de la fauna a largo plazo y de forma segura a las comunidades, y crean instituciones adicionales por encima del nivel de las aldeas, que suprimen la autoridad de gestión de las instituciones existentes en la aldea (Nelson y Blomley 2010).  Según Nelson (2012), las Conservancies comunitarias en el norte de Kenia son fundamentales para la supervivencia de especies en peligro de extinción como la cebra de Grévy, que cuenta con menos de 3.000 ejemplares, la gran mayoría de los cuales viven en el centro y norte de Kenia, así como especies como el perro salvaje y el elefante.

En las Conservancies apoyadas por el Northern Rangeland Trust existe un área de conservación central en la que está prohibido el pastoreo de ganado doméstico, rodeada de una zona de protección más grande que sirve de reserva de pastoreo para el ganado durante la estación seca. Glew et al (2010) analizaron las condiciones de la vegetación en estas zonas de uso de tierras bajo  conservación y se encontraron con mejoras significativas en la vegetación verde en comparación con las zonas de control, lo que indica una mejora de la condición del hábitat en las áreas conservadas por la comunidad. El pastoreo fue un factor de cambio importante en los cambios de vegetación dentro de las zonas de gestión de las áreas de conservación. Estacionalmente, las zonas de protección pastoreadas experimentaron crecimientos en la vegetación verde durante la estación seca significativamente mayores que en las zonas centrales exclusivas debido a los efectos estimulantes del pastoreo y a la presencia de ganado en la actividad fotosintética (Glew et al 2010).

Glew et al  (2010) evaluaron el impacto en los modos de vida de tres Conservancies comunitarias apoyadas por el Northern Rangelands Trust al norte de Kenia: el Namunyak Wildlife Conservation Trust; Sera Wildlife Conservancy; y West Gate Community Conservancy. Las Conservancies fueron comparadas con lugares no adaptados a la conservación que poseían condiciones socioeconómicas y ambientales similares, identificados usando modelos de máxima entropía. En una muestra de más de 600 hogares, se vio que NRT y las Conservancies que lo constituyen mejoraban los medios de vida en las comunidades participantes, en comparación a lo que habría sido el caso sin la iniciativa de conservación. El análisis descubrió que en Namunyak y West Gate, la conservación comunitaria había llevado a un cambio positivo significativo en los medios de vida de las comunidades que participaron en la iniciativa. Esto quizás se debe principalmente a que son proyectos ganaderos exitosos con algunos beneficios adicionales de la vida salvaje.

Los beneficios se produjeron tanto para los hogares como a nivel comunitario. El aumento de la seguridad física y el acceso al transporte asequible fueron los impactos más importantes reportados por los hogares. Algunos impactos financieros directos se dieron a través de la provisión de becas educativas y médicas, y, en menor medida, a través de un empleo remunerado, sobre todo en turismo. Los ingresos de las comunidades con conservación fueron significativamente más propensos a ser descritos como “estables o en aumento” que en las zonas de no-conservación.

Glew et al (2010) vieron que las instituciones comunitarias estaban asumiendo el papel de las ONG de desarrollo o del Gobierno local. Por ejemplo, la West Gate Community Conservancy proporcionó agua a la comunidad en Ngutuk Ongiron. Además, las zonas de conservación actuaron en la estabilización de ciertos componentes de los medios de vida, como el acceso a la leña, protegiendo a las comunidades participantes de los shocks sobre los recursos observados en otras comunidades de la región.

Ejemplos de los ingresos generados a través de la gestión comunitaria de los recursos naturales (CBRNM) en África oriental incluyen:

•  Etiopía: Turismo basado en la comunidad en Meket, con más de 15. 000 dólares estadounidenses (2005-2007) (Binot et al 2009a)

Kenia: Turismo basado en la comunidad en Laikipia, con 16.053 dólares estadounidenses compartidos por 100 hogares de muestra (Binot et al 2009a)

Tanzania: 7 pueblos en la división de Loliondo adyacentes al Parque Nacional Serengueti ganaron más de 300.000 dólares estadounidenses en total en 2007 (Nelson y Blomley 2010).

Tanzania: En el distrito de Iringa, los ingresos anuales por aldea provenientes de la gestión forestal participativa aumentaron de alrededor de 540 dólares estadounidenses en 2002 a alrededor de 720 dólares estadounidenses en 2005.

1.2.3 África meridional

En África del Sur varios países han puesto en práctica una forma particular de conservación comunitaria conocida como Gestión de los Recursos Naturales Basada en la Comunidad (CBNRM), en la que existe un fuerte énfasis en la propiedad comunitaria de la tierra y los recursos y en la que las comunidades tienen autoridad para tomar decisiones de gestión (Jones and Murphree 2004). El enfoque principal se ha situado en la gestión de la vida salvaje y los ingresos generados por el turismo fotográfico y la caza de trofeos, que proporcionan el incentivo económico principal para que las comunidades inviertan en la vida salvaje como una forma de uso de la tierra (Binot et al 2009b).

La CBNRM en el África meridional ha sido fuertemente influenciadas por la teoría y la práctica de la gestión de recursos de propiedad común, que sugirió que los grupos de personas podrían cooperar con éxito para desarrollar normas y prácticas para la gestión sostenible de los recursos naturales (e.g. Berkes 1989, Ostrom 1990, Murphree 1993). Para que tenga lugar esta cooperación, es necesario que existan unos límites definidos del área que se está gestionando, una comunidad definida, reglas que se puedan cambiar o adaptar localmente, derechos de uso y a  beneficiarse de los recursos claramente reconocidos, la autoridad para tomar decisiones de gestión y hacer cumplir las normas de uso, así como el derecho a excluir a los forasteros.

La CBNRM en África del Sur, en diferentes grados y en distintos países, ha tratado de crear esas condiciones con resultados mixtos. En algunos países, la disminución de la vida salvaje se ha reportado en zonas donde la CBNRM se está llevando a cabo. En Zambia, la CBNRM basada en la vida salvaje se implementa a través de las Juntas Comunitarias de Recursos (CRBs en inglés) en las Áreas de Gestión de la Caza (GMAs) adyacentes a las zonas protegidas. Sin embargo, la evidencia cuantitativa estudiada por Simasiku et al (2008:vi) los lleva a la conclusión “que en más de la mitad de las GMAs de Zambia las poblaciones de animales han descendido, debido principalmente a la caza furtiva, y en algunas GMAs el estado de [la población de ] animales es desconocido”. Doce GMAs fueron halladas en un estado crítico de agotamiento. Un estudio rápido indicó también que los hábitats naturales disponibles que sustentan la vida salvaje en las GMAs se estaban reduciendo en toda Zambia debido al aumento de los asentamientos, al cultivo, a las reivindicaciones de tierras tradicionales, y a la planificación descoordinada de los departamentos gubernamentales. Muy pocos de los ingresos de las GMAs estaban siendo reinvertidos en la protección de los recursos. Sólo 29 de las 68 CRBs tenían ingresos suficientes para emplear a guardias locales.

Simasiku et al (2008) descubrieron que las comunidades de las GMAs se caracterizan por sus altos niveles de pobreza. En comparación con otras comunidades rurales, el bienestar de las comunidades en las GMA es un 30% inferior al promedio rural nacional. En promedio, los hogares en las GMAs se benefician de vivir en una GMA, pero los beneficios son captados por la elite y los estratos relativamente no pobres de la comunidad. La captura por parte de la elite se apoya en los informes de auditoría de las Juntas de Recursos de la Comunidad en el sistema del Kafue National Park, que señaló que  grandes proporciones de los fondos se usan en gastos de viajes, alojamiento y costes de las reuniones. En muchas Áreas de Gestión de la Caza, la contratación de personal cualificado para las secretarías de las CRBs no había sido posible porque los ingresos fueron considerados demasiado bajos para dar cabida a los salarios.

En los resultados de los reconocimientos aéreos de Botsuana realizados por Michael Chase y Kelly Landen, de Elefantes sin Fronteras, se vio que 11 de las 14 especies contadas en el distrito de Ngamiland, incluyendo ñus, jirafas, tsessebes, lechwes y cebras, disminuyeron en un promedio del 61 por ciento entre 1996 y 2010, con un promedio de caída del 10 por ciento por año (Chase 2011). Ngamiland ha sido el centro de gran parte de los esfuerzos de la CBNRM en Botsuana. Chase sugiere que las disminuciones han sido causadas por una serie de factores que incluyen los efectos a largo plazo de las sequías del pasado, la invasión humana, los vallados de caza, la caza furtiva e incluso los incendios. El estudio descubrió que el número de elefantes en el norte de Botsuana se había estabilizado en torno a los 130.000.  El estudió también halló que mientras el número de springboks había disminuido en el área de Makgadikgadi Pans, otras especies como el orix y el avestruz estaban aumentando, y la mayoría de especies contabilizadas se estaban estabilizando o incrementando en la zona del Parque Nacional de Chobe, con el antílope ruano y el avestruz habiendo disminuido ligeramente.

Los ingresos de los fondos comunitarios de gestión de los recursos naturales en Botsuana han disminuido a causa de la prohibición de la caza de trofeos introducida el año pasado. El Sankuyo Management Trust, que fue una de las más exitosas organizaciones de CBNRM en Botsuana, ha informado ahora que se encuentra en dificultades financieras porque ya no recibe ingresos de la caza de trofeos. Según el diario Botswana Gazette ( 25-31 Marzo 2015, p7), el fondo ha tenido que recortar la plantilla en 62 empleados y parar diversos proyectos comunitarios, incluyendo la mejora del saneamiento de cada hogar, las becas y la asistencia funeraria.

En Zimbabue, Mazambani y Dembetembe (2010) descubrieron que el programa CAMPFIRE ayudó a desarrollar instituciones fuertes y eficaces por debajo del nivel de los Consejos Rurales de Distrito en las circunscripciones de los productores de vida salvaje. Los comités de área del CAMPFIRE estaban facultados para hacer cumplir las leyes de gestión de la vida salvaje a través de monitores de los recursos y de guardianes de la fauna, el recuento de la fauna y la supervisión de las actividades de caza, la adopción de medidas para la mitigación de los animales problemáticos, y para garantizar la reducción de los incendios forestales. De acuerdo con Mazambani y Dembetembe, el empoderamiento de las comunidades productoras y los beneficios que las comunidades recibían de la vida salvaje dieron lugar a una considerable reducción de la caza furtiva. El número de elefantes creció entre 1988 y 2000, pero al mismo tiempo, el número de búfalos se redujo debido a la pérdida de hábitat, la caza furtiva y la variabilidad climática. De 1989 a 1997, el hábitat silvestre en la mayoría de los distritos de fauna bajo el CAMPFIRE se mantenía o fue decreciendo sólo ligeramente. Desde el año 2000, el número de animales salvajes en Zimbabue ha disminuido como consecuencia de los graves problemas económicos y la agitación política. Mapedza (2007) descubrió que el hábitat y las poblaciones de vida salvaje estaban disminuyendo tanto en calidad como en extensión, en gran parte debido al colapso del poder policial y de la estructura de incentivos de las instituciones locales. La caza furtiva con fines comerciales en lugar de para cubrir las necesidades de subsistencia había aumentado, al igual que la invasión de áreas protegidas por parte de agricultores y ganaderos.

De acuerdo con las directrices de CAMPFIRE, las comunidades productoras de recursos naturales deben recibir no menos del 55% de los ingresos brutos; los Consejos Rurales de Distrito reciben un máximo del 26% de los ingresos brutos de las actividades de gestión y un máximo del 15% de los ingresos brutos en concepto de tasas. La Asociación Campfire (que representa a todos los Consejos Rurales de Distrito de CAMPFIRE) recibe el 4% de los ingresos brutos en concepto de tasas (Mazambani y Dembetembe 2010). Los ingresos totales obtenidos de la caza de animales salvajes bajo el programa CAMPFIRE en el período 1989-2006 fue de 41,4 millones de dólares estadounidenses, de los cuales 20,8 millones (50,2%) se asignó a las comunidades en forma de dividendos. Mazambani y Dembetembe (2010) vieron que los ingresos desembolsados en las circunscripciones se utilizaban a menudo para invertir  en el procesamiento agrícola, en otras inversiones agrícolas o en proporcionar las infraestructuras sociales proporcionadas normalmente por el gobierno. En Masoka, la comunidad usó sus dividendos del CAMPFIRE para proveer: financiación para la construcción de una clínica de salud; una escuela de primaria y una de secundaria; un molino; cofinanciación para excavar un pozo; 30 km de carreteras estacionales; cofinanciación para 20 km de cercas electrificadas; dos tractores; y alimentos para el alivio de la hambruna en tiempos de sequía. La comunidad también se benefició de puestos de trabajo y de la carne de la caza de animales problemáticos. Curiosamente, la comunidad usaba sus ingresos provenientes de la fauna estrátegicamente, proporcionándose beneficios en efectivo o “aliviando la sequía” cuando las cosechas fracasaban y el dinero era más necesario, y facilitando proyectos sociales en los momentos en que el dinero era menos necesario (Taylor y Murphree, 2007). Sin embargo, de modo más general, Mapedza (2007) descubrió que los fondos recibidos por las comunidades locales provenientes de la gestión y el consumo de los recursos estaban menguando, disminuyendo aún más los incentivos para la protección local de la vida salvaje.

2. La gestión comunitaria de los recursos naturales (CBNRM) en Namibia

Namibia es el país que ha llegado más lejos en términos del Gobierno delegando derechos legales claramente definidos sobre la vida salvaje a las comunidades rurales (Nelson 2012), y es uno de los ejemplos africanos más conocidos de gestión de la fauna basada en la comunidad (Binot et al 2009b).

Según la legislación nacional, las comunidades rurales pueden solicitar ser registradas como zonas de conservación (Conservancies) si cumplen con ciertos requisitos que incluyen estar legalmente constituidas, tener límites claramente definidos y aceptados por las comunidades vecinas, tener una lista de miembros definida, un órgano representativo de toma decisiones y un plan para la distribución equitativa de los beneficios entre los miembros. Cuando una Conservancy es registrada por el Gobierno, adquiere automáticamente derechos de uso sobre la vida salvaje y el turismo que incluyen lo siguiente:

La reserva se convierte en la dueña de la caza que está dentro de la Conservancy (springboks, oryx, kudus, jabalíes, búfalos, cerdos salvajes) y puede usar dichas especies como desee para “uso propio” sin cuota o permiso, aunque el ministerio de Medioambiente y Turismo (MET) prefiere emitir cuotas para poder supervisar el uso de la fauna.

La reserva puede solicitar una cuota de caza de trofeos al MET.

La reserva puede entonces entrar en un contrato con una compañía de caza de trofeos para vender la cuota de caza de trofeos de la Conservancy.

La reserva puede establecer un contrato con una compañía de turismo para desarrollar uno o diversos lodges y otras instalaciones turísticas.

La reserva puede retener todos los ingresos de estos contratos y puede decidir como usarlos.

La reserva puede solicitar al MET un permiso para llevar a cabo otras formas de aprovechamiento de la caza, tales como la captura en vivo y venta de la fauna o la caza de especies protegidas y especialmente protegidas.

Además, las Conservancies están autorizadas a solicitar concesiones turísticas en las áreas protegidas estatales, otorgando medios adicionales de generación de ingresos y proporcionando a las comunidades vínculos con la tierra y los recursos de los que estaban desprovistos desde que se establecieron las zonas protegidas.

A finales de 2013 había 79 Conservancies comunales registradas en Namibia y una Asociación de Conservación Comunitaria en un parque nacional, la Kyaramacan Asssociation (KA), que es gestionada como una Conservancy. Las Conservancies administraron en 2013 160.244 km² de tierra, que es aproximadamente el 19,4% de Namibia (NACSO 2014). Actualmente, existen 82 Conservancies registradas en Namibia.

El incremento cuantitativo de fauna en Namibia ha sido bien documentado (NACSO 2010, 2012, 2013, 2014). Los reconocimientos áereos indican que el springbok, el orix y las poblaciones de cebra de montaña aumentaron más de diez veces en el noroeste de Namibia entre el 1982 y el 2000, aunque esta cifra puede verse influida hasta cierto punto por las variaciones en la metodología. Este periodo coincide con el establecimiento de guardias de fauna comunitarios y de pequeñas empresas de turismo basado en la comunidad a mediados de la década de 1980, y el establecimiento de Conservancies después de 1996.  Desde 2000, los extensos estudios desde vehículos con ruta fija, llevados a cabo durante el Annual North-West Game Count (Recuento anual de Caza del Noroeste), muestran que las tendencias positivas generales se mantienen, aunque ha habido una aguda tendencia a la baja en los avistamientos de springbok. De acuerdo con NACSO (2014), es probable que esto se deba a una combinación de factores, entre ellos la escasez de precipitaciones durante las dos últimas estaciones de lluvias, que se reflejó en un aumento significativo en la mortalidad registrada durante 2013, en el incremento de las cuotas de caza en la última década (pero dentro de niveles sostenibles) y del movimiento dentro y fuera del área de recuento.

El número de rinocerontes negros en Namibia se ha más que duplicado desde mediados de la década de 1980 y la población total de elefantes de Namibia ha crecido desde alrededor de 7.500 a unos 20.000 entre 1995 y 2013. El número de leones en las Conservancies del noroeste ha aumentado de un mínimo de unos 25 en 1995 a alrededor de 150 en 2013 (NACSO 2014). La caza furtiva en las Conservancies del noroeste se ha mantenido a un nivel muy bajo, aunque en los últimos dos años se ha producido un fuerte aumento de la caza furtiva de rinocerontes negros, desde una ausencia total de la caza furtiva a una pérdida de al menos 24 animales.

La cantidad de fauna también está aumentando o estabilizándose en el noreste, debido en gran parte a la cría, a una reducción de la caza furtiva y a la inmigración de elefantes de Botsuana. Aunque la caza furtiva ha disminuido sustancialmente en los últimos 15 años, ha habido un fuerte aumento reciente en la caza furtiva de marfil (NACSO 2014).

Entre 1999 y 2013, un total de 10.568 animales pertenecientes a 15 especies diferentes fueron trasladados a 31 Conservancies registradas y a 3 complejos de conservación (NACSO 2014). Namibia es el único país en África donde el Gobierno ha reintroducido el rinoceronte negro en las zonas de conservación de tierras comunales, una medida del nivel de confianza del Gobierno en la conservación basada en la comunidad en las Conservancies.

Algunas Conservancies bordean las áreas protegidas estatales y contribuyen a la creación de grandes áreas de conservación del paisaje. Por ejemplo, el Complejo Mudumu Norte en el noreste de Namibia se compone de cuatro Conservancies, tres bosques comunitarios, dos parques Nacionales y un Bosque del Estado. Estas diferentes unidades de tierra colaboran en el monitoreo de la vida salvaje y los recuentos de caza. La fauna se mueve libremente entre las unidades de tierra que también están manteniendo importantes corredores de movimiento de la fauna entre Botsuana y Namibia, entre Botsuana, Namibia y Angola, y Botsuana, Namibia y Zambia.

Según NACSO (2014), el ingreso total en efectivo y los beneficios en especie generados en las Conservancies crecieron de menos de un millón de dólares namibios en 1998 a más de 68 millones de dólares namibios en 2013. Esto incluye todos los ingresos directamente medibles y los beneficios en especie que se generan, y se pueden dividir en ingresos en efectivo de las Conservancies (principalmente a través de alianzas con operadores del sector privado), en ingresos en efectivo de los residentes (en su mayoría a través del empleo y la venta de productos), así como en prestaciones en especie para los residentes (mayoritariamente la distribución de la carne cosechada de la caza).

A finales de 2013, en Namibia, en el sector de la CBNRM, existen 39 empresas mixtas de turismo con 640 empleados a tiempo completo y 46 a tiempo parcial, 44 concesiones de caza de trofeos con 134 empleados a tiempo completo y 129 empleados a tiempo parcial, 29 pequeñas y medianas empresas (mayoritariamente de turismo/artesanía) con 142 empleados a tiempo completo y 40 a tiempo parcial, y 647 empleados de Conservancies a tiempo completo y 88 a tiempo parcial (NACSO 2014).

Un análisis reciente (Jones et al 2013) sugiere que la CBNRM en Namibia no significa una contribución importante a la reducción de la pobreza en las zonas rurales excepto para aquellas personas que obtienen un empleo permanente. No obstante, contribuyen a la mitigación de la pobreza y a la diversificación de los medios de vida y aportan una serie de beneficios intangibles para muchas personas.

Además de las Conservancies, en Namibia en el 2013 había 32 bosques comunitarios registrados,  66 áreas de gestión comunitaria de los pastizales, y tres reservas comunitarias de pesca.

Aunque la CBNRM en Namibia pone mucho énfasis en los incentivos financieros para que la gente acepte la fauna en sus tierras, los valores intrínsecos también desempeñan su papel. Recientes investigaciones sobre las Conservancies y el bienestar de las comunidades del noroeste de Namibia han demostrado el grado en que las comunidades valoran también la vida salvaje por razones culturales y estéticas (Jones 2014). Participantes de la comunidad en 4 Conservancies señalaron lo siguiente:

Existe un vínculo entre la vida salvaje y la cultura a través de los nombres patrilineales y matrilineales

La fauna es importante para la purificación en el fuego sagrado

La fauna es importante para la medicina y la salud

Es importante para nuestros hijos y sus hijos ver y conocer la vida salvaje. “La fauna ayuda a la naturaleza a convertirse en hermosa”

Los participantes valoraron las Conservancies, ya que estaban ayudando a mantener esos vínculos culturales y estéticos con la vida salvaje.

Binot et al (2009b) sugieren que hay una serie de aspectos del enfoque de la CBNRM namibia que son relevantes para el diseño de las iniciativas de CBNRM. Primero, los derechos reservados a las comunidades sobre la fauna son seguros en el tiempo; estos derechos son condicionales y pueden ser revocados, pero no son de duración limitada. En segundo lugar, no existe un intermediario entre las comunidades y el sector privado; tercero, el 100& de los ingresos de la vida salvaje son retenidos localmente; y cuarto, el programa tenía una larga historia de desarrollo interno antes de la participación de actores externos y donantes. Además, los derechos otorgados a las Conservancies sobre la fauna son claramente definidos y están contenidos en la legislación nacional, lo que signfica que no pueden ser eliminados o disminuidos a través de cambios políticos o por capricho de los burócratas. Además, en el enfoque de la CBNRM namibia, las comunidades que son autodefinidas como Conservancies son establecidas por gente que ha elegido cooperar en la gestión de los recursos naturales en vez de verse obligados a cooperar porque caen dentro de una unidad administrativa determinada.

3.  Conclusiones

Como resultado de la diversidad de enfoques, los tipos de recursos y la terminología, es difícil sacar conclusiones sobre la conservación comunitaria en África que sean coherentex o relevantes en todo el continente. Otra limitación para la obtención de una evaluación general de los impactos es la falta de buenos datos en muchas actividades de CBNRM. Los impactos a menudo se reportan de forma generalizada sin una cuantificación, especialmente a nivel de hogar, o los datos están disponibles para uno o dos lugares que han sido bien investigados, pero no para las actividades de conservación comunitaria en todo el país. Generalmente, sin embargo, existen algunos patrones que emergen y que permiten llevar a cabo el análisis en toda la región. Opiniones sobre la conservación comunitaria como la de Roe et al (2009) sugieren que si bien algunas iniciativas de conservación comunitaria demuestran un claro éxito y otras demuestran un claro fracaso, la mayoría caen en un punto intermedio.

3.1 Impactos de la Conservación

Binot et al (2009a) muestran la gran extensión de las zonas de tierra bajo alguna forma de gestión comunitaria en África. Sin embargo, lo que resulta más importante es la naturaleza y la calidad de la gestión llevada a cabo. Donde la propiedad sobre la tierra y/o los recursos es fuerte y los beneficios son percibidos como algo significativo (zonas de conservación keniatas y namibias, bosques de aldea tanzanos), se han registrado en general impactos positivos de la conservación. Donde los derechos sobre tierras y recursos han sido débiles o inseguros y los beneficios bajos (WMAs de Tanzania, GMAs de Zambia, y algunas zonas comunitarias en Botsuana), la vida salvaje ha ido disminuyendo.

Existen pocos estudios recientes sobre el impacto de la CBNRM en el mantenimiento del hábitat salvaje o la biodiversidad en general en lugar de simplemente las grandes especies de fauna. El impacto de la CBNRM en la biodiversidad, los hábitats y los ecosistemas sigue siendo un área que aún no se ha supervisado adecuadamente. Como resultado, es difícil llegar a conclusiones claras sobre tales impactos a escala. La investigación a menudo tiende a ser específica en un sitio.

A pesar de tener en cuenta que las percepciones de la degradación del suelo son muy debatidas en la literatura, Binot et al (2009a) sugieren que, teóricamente, los sistemas de producción de especies múltiples bajo la CBNRM deben reducir la presión sobre las tierras de pastoreo en comparación con los sistemas de una sola especie tales como la ganadería o los sistemas agropastorales. Cuando las comunidades establecen tierra reservada específicamente para la fauna y el uso turístico, se supone que la degradación del suelo debida al sobrepastoreo o al cultivo excesivo, especialmente en las zonas más secas, se reducirá.

3.2 Impactos económicos

Las comunidades están usando sus ingresos de la fauna y el turismo con diferentes propósitos, a veces pagos en efectivo a los miembros o las familias, a veces para proyectos sociales. Algunos interlocutores dicen que el Gobierno debe proporcionar la infraestructura social y las comunidades no deben ser quienes alivien las responsabilidades del Gobierno. Sin embargo, muchas de las zonas en que las comunidades reciben derechos sobre los ingresos generados por la vida salvaje y el turismo son remotas y los gobiernos tienen poca capacidad para prestar servicios. Además, a menudo se argumenta que los ingresos son pequeños, sobre todo si se divide entre los hogares. Son importantes aquí dos aspectos. En primer lugar, las cantidades en dólares estadounidenses parecen bajas para los forasteros, pero el equivalente en moneda local puede resultar más significativo de acuerdo a los estandáres de vida locales,  y pueden tener un impacto donde la pobreza es endémica. En segundo lugar, poca investigación se lleva a cabo para mostrar como se podría lograr este impacto. Es importante, por ejemplo, evaluar la cantidad de harina de maíz (u otro alimento básico en las zonas pobres) que puede comprar un hogar con los ingresos de la fauna, o tener en cuenta el calendario de los pagos en efectivo. Por ejemplo, la Conservancy de Torra en Namibia pagó en 2003 630 dólares namibios (alrededor de 63 dólares estadounidenses en ese momento) a cada miembro. Long (2004) descubrió que esta cantidad podía cubrir los costes básicos de los alimentos básicos de una familia local durante tres meses; era casi equivalente a la cantidad media recaudada anualmente de la venta de cabras vivas y es equivalente al 14% del ingreso anual promedio (unos 4.500 dólares namibios o 450 dólares estadounidenses en ese momento) de los individuos en la región y el 8% de la renta anual de las familias (unos 8.000 dólares namibios o 800 dólares estadounidenses en ese momento). El uso más común del dinero era en realidad para los gastos escolares, realizando el pago en enero antes del inicio del nuevo año escolar. Este tipo de análisis raramente se hace cuando se consideran los pagos a las familias derivados de la CBNRM.

Además, lo que parecen ser beneficios familiares bajos podrían interpretarse como un incentivo débil para los miembros de la comunidad para conservar la vida salvaje, en particular donde los costes de los conflictos con la fauna son altos. No obstante, Jones (2012) informa de cómo los residentes de la Conservancy de Sobbe en la región de Caprivi oriental están manteniendo su porción de un “corredor” de elefantes que conecta el Parque Nacional Mudumu en el sur, la Conservancy, un bosque estatal y el Parque Nacional Sioma-Ngwezi en Zambia al norte. Un induna local (jefe), residentes locales y un miembro del personal de una ONG local explicaron que a los miembros de la comunidad no se les permitía instalarse o cultivar en el corredor porque la comunidad se estaba beneficiando de la caza de trofeos de elefantes en la Conservancy. Este beneficio suponía un ingreso anual de 100 dólares namibios (12,5 dólares estadounidenses) por adulto. Es importante entender los beneficios desde la perspectiva de los beneficiarios, más que desde la de los forasteros.

3.3 Lecciones aprendidas

Una serie de lecciones surgen de las evaluaciones recientes de la conservación comunitaria en África. En cuanto a los factores de éxito se pueden identificar lo siguientes:

• Obtención de derechos firmes y seguros sobre la tierra y/o los recursos

• Los beneficios son percibidos por la población local (en lugar de por personas externas) como significativos

• Desarrollo de las capacidades de gestión de la comunidad

• Apoyo al buen gobierno y a la toma de decisiones participativa

Otros puntos clave pueden ser identificados:

1) Los derechos legales sobre los recursos y la tenencia segura de la tierra siguen siendo bases necesarias, aunque no suficientes, para el éxito de la CBNRM. A menudo hay insuficiente voluntad política para implementar reformas políticas que transfieran los derechos de uso a las comunidades, o los burócratas tratan de mantenerse en el poder. A veces se fracasa a la hora de construir la capacidad de gestión de la comunidad o de ayudar a crear las condiciones en que puede surgir el buen gobierno. Los sistemas de gobierno democráticos, responsables y transparentes a nivel local necesitan tiempo para evolucionar. No pueden ser impuestos por proyectos y agencias externas, pero los foráneos pueden ayudar a las comunidades a desarrollar sistemas y herramientas para promover la aparición del buen gobierno.

2) Se requiere más reconocimiento de la naturaleza política de la conservación comunitaria. Esto afecta al acceso a los ingresos por derechos y a los recursos por los que a menudo hay competencia. La conservación comunitaria, por lo tanto, hunde sus raíces en las economías políticas nacionales y mundiales. La conservación comunitaria, por consiguiente, necesita prestar más atención a la construcción del capital político de las comunidades para que puedan exigir la rendición de cuentas a las instituciones gubernamentales e internacionales que también afectan a sus vidas. Esto requiere desplazar el apoyo externo de los actores centrales hacia los actores locales (Nelson 2010) y privilegiar lo local (Murphree y Taylor 2009) en lugar del centro, por ejemplo, reconociendo a la CBNRM como restauradora de tierra, recursos y derechos de gestión sobre las tierras comunales a las comunidades en lugar de una transferencia burocrática de autoridad desde el Estado central. Los que apoyan a la CBNRM necesitan alinearse con las aspiraciones de la gente común para una restauración de sus derechos y de la autoridad para gestionar sus recursos comunes (Murphree and Taylor 2009). Además, los actores externos deben centrarse más en la construcción de la capacidad local a través de la formación, el conocimiento, el apoyo organizativo y la creación de redes en formas que permitan a la comunidad exigir la rendición de cuentas del centro (Nelson 2010).  Pani (2014) sugiere que este enfoque también debería extenderse al ámbito internacional. Sostiene que debería haber una mayor presencia de las comunidades locales en las conferencias Internacionales, y en particular en las conferencias CITES de las partes en que se toman decisiones sobre el uso de la vida salvaje. Los mecanismos de toma de decisiones a nivel internacional deben tener en cuenta las necesidades de las personas que comparten la tierra con la fauna, y las comunidades deben ser capaces de articular sus propias necesidades (Pani 2014).

3) Es necesario prestar más atención a las ICCA como áreas protegidas de gestión comunitaria que requieren formas adecuadas de reconocimiento legal, protección ante reglas e instituciones inapropiadas impuestas desde fuera, y protección contra el desarrollo inadecuado que promueve industrias extractivas y monocultivos agrícolas (Borrini-Feyerabend 2010).

3.4 Conservación comunitaria y la crisis de caza furtiva

El reciente aumento de la caza furtiva de elefantes y rinocerontes en África ha ocasionado respuestas internacionales que vuelven a hacer hincapié en algunas de las principales características de la “Conservación Fortaleza”, por ejemplo, las “botas y armas” sobre el terreno respaldadas por técnicas de vigilancia moderna como el uso de helicópteros y drones. Las conferencias internacionales de alto nivel han hablado mucho del papel de las comunidades locales, pero los recursos se están poniendo en “las botas y las armas” sobre el terreno. Por ejemplo, de 14 medidas urgentes identificadas por la Cumbre del Elefante Africano de la IUCN celebrada en Gaborone, Botsuana, del 2 al 4 de diciembre de 2013, solamente una subrayó la necesidad de trabajar con las comunidades locales: “En los Estados del área de distribución del elefante Africano, involucrar a las comunidades que viven con elefantes como socios activos en su conservación mediante el apoyo a los esfuerzos de la comunidad para avanzar en sus derechos y la capacidad para gestionar y beneficiarse de la vida salvaje y la naturaleza” (IUCN 2013).

La crisis actual de caza furtiva proporciona un desafío a los proponentes de enfoques para la conservación basados en la comunidad, especialmente porque las razones detrás de la demanda de cuerno de rinoceronte y marfil son complejas. Sin embargo, algunos conservacionistas creen que la participación de la comunidad es crucial para hacer frente a la crisis actual. Los participantes en otra conferencia de la IUCN en Suráfrica en marzo de 2015 señalaron lo siguiente (Coonie, R. correspondencia por correo elecrónico 09.03.2015):

Los gobiernos y organismos internacionales ahora están más abiertos a reconocer el papel de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la gobernanza de los recursos naturales, pero en el contexto del Comercio Ilegal de Fauna (IWT, Illegal Wildlife Trade) esta relación se ha pasado por alto en gran medida, frente al carácter urgente de la amenaza. Incluso dónde esta relación ha sido reconocida, aún existe una brecha importante en la ejecución.

Los derechos y responsabilidades de las comunidades en los esfuerzos para reducir el Comercio Ilegal de Fauna deben ser reconocidos y fortalecidos. Si las comunidades locales tienen un sentido colectivo de la propiedad sobre su fauna y ven la caza furtiva como algo que les roba, se motivan fuertemente para combatir el Comercio Ilegal de Fauna.

La ejecución efectiva requerirá y será mejorada por la participación activa de las comunidades locales. Las comunidades están en el mejor lugar para saber qué está ocurriendo sobre el terreno, incluidos los movimientos y actividades de los cazadores furtivos. Pueden ser los “ojos y oídos” de los esfuerzos de aplicación de la ley liderados por el Estado. El compromiso comunitario debe basarse en la escucha, la construcción de confianza, el respeto hacia la autoridad tradicional, y el desarrollo de soluciones co-creadas y compartidas.

Las recomendaciones de la conferencia incluyeron lo siguiente:

Apoyar los derechos y responsabilidades de la comunidad a través de:

- el reconocimiento de que el Comercio Ilegal de Fauna es una cuestión de desarrollo así como de conservación;

- el reconocimiento del papel central de las comunidades que viven cerca de la vida salvaje en el tratamiento y lucha contra el Comercio Ilegal de Fauna;

- el intento de comprender, respetar y responder a los derechos, necesidades y prioridades de la comunidad en el diseño de iniciativas para combatir al Comercio ilegal de Fauna;

- garantizar que los esfuerzos para asegurar la aplicación de la ley son sensibles a las posibles repercusiones negativas en las comunidades locales y se acompañan de mecanismos de rendición de cuentas apropiados;

- reconocer, apoyar y proporcionar un entorno propicio para que las comunidades se involucren en la gobernanza de la fauna y obtengan beneficios de su conservación y uso sostenible.

Fortalecer las voces de la comunidad a través de:

- el apoyo a un mecanismo para las comunidades afectadas por el Comercio Ilegal de Fauna para aprender unos de otros y hacer oír su voz en los foros nacionales e internacionales sobre políticas; y

- el fortalecimiento de la capacidad de las comunidades para participar en la toma de decisiones que rodea a la acción para combatir el Comercio Ilegal de Fauna, incluyendo el uso y gestión de la vida salvaje, y la obtención de beneficios de la conservación de la fauna.

Estas recomendaciones proporcionan un fuerte programa de acción en cuanto a la participación de las comunidades en  la lucha contra la caza furtiva. Hay evidencias suficientes de conservación comunitaria a través de África en que, si se crean las condiciones adecuadas, las comunidades pueden ser de hecho una fuerza poderosa para la conservación. Estas condiciones incluyen derechos seguros sobre la tierra y los recursos, el derecho a tomar decisiones sobre la gestión y el derecho a beneficiarse. También el fomento adecuado de las capacidades y el apoyo al desarrollo de las instituciones locales para la gobernanza de los recursos naturales.

Al mismo tiempo que nos centramos en la inmediatez de la crisis de caza furtiva, no debemos perder de vista la razón subyacente a la pérdida de la mayor parte de la fauna en África, de especies distintas al elefante y el rinoceronte. Según el Southern African Sustainable Use Specialist Group (SASUSG 1996), la mayor amenaza para la fauna es la pérdida del hábitat natural debido a la conversión a otras formas de uso de la tierra. Es por esto que, como argumenta Paniani (2014),“la devolución de la propiedad de la fauna a las comunidades para permitir la recepción directa de los beneficios de uso para consumo y no-consumo… puede proporcionar incentivos cruciales para la gestión sostenible de la fauna. El hecho de que muchos países no hayan transferido plenamente la autoridad o los derechos de propiedad a las comunidades sino que hayan mantenido la propiedad del Estado sobre la fauna constituye un obstáculo para lograr la conservación efectiva de la fauna en las enormes áreas salvajes”.

Por eso necesitamos centrarnos en mucho más que “botas” sobre el terreno y armas y helicópteros. Tenemos que trabajar para hacer de la fauna una forma atractiva de uso del terreno para las personas que usan la tierra y sus recursos en toda África, de manera que todavía se pueda encontrar vida salvaje fuera de las zonas protegidas.

Notas

1 Basado en investigaciones previas no publicadas, para la publicación de USAID: Nature Wealth and Power 2.0 Leveraging Natural and Social Capital for Resilient Development.

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