El poder perdurable de la Conservación Fortaleza en África

 

Dan Brockington
Universidad de Manchester

¿Qué es la Conservación Fortaleza? Es un término bien conocido, pero quizás se utiliza con demasiada frecuencia. ¿Qué significa realmente? La frase connota imágenes de áreas de conservación fuertemente protegidas, rodeadas de vallas y alambre espinoso, vigiladas por guardas bien armados, que defienden la naturaleza de las fuertes amenazas exteriores. Es un término que sugiere también imposición e injusticia, donde las fronteras firmes existen porque la conservación es impopular, porque los objetivos de la conservación tienen que ser vallados y protegidos, ya que, de lo contrario, desaparecerían por el descontento popular, o al menos por una oposición bien armada.

La Conservación Fortaleza es una práctica de exclusión, como plasman estas populares imágenes. Se trata de restringir el acceso a la naturaleza con el fin de que la naturaleza esté protegida. Esto puede requerir el uso de la fuerza y frecuentemente no es bienvenido por la gente que está acostumbrada a utilizar esos recursos. Pero, si bien existen elementos de verdad en estas dos nociones populares, la Conservación Fortaleza es más que eso.

La Conservación Fortaleza es también un ideal. Detrás de ella se encuentra el concepto de que la naturaleza y las personas deberían estar separadas, ya sea porque las personas (o al menos el tipo equivocado de personas) son demasiado peligrosas para que se les permita formar parte del paisaje, y/o porque el paisaje perfecto idealizado es simplemente concebido como un espacio natural, un lugar sin gente. Esta noción, como William Cronon y Roderick Nash han demostrado, es una visión norteamericana nacida tras la independencia de los Estados Unidos y popularizada por idealistas románticos, y gobernantes coloniales desde entonces (Cronon 1995; Neumann 1998; Nash 2001). La Conservación Fortaleza es, por lo tanto, la creación física y a veces violenta de estos paisajes. Es la fuerza y la política purificante necesaria para crear tierras despobladas que se consideran el estado natural, correcto, de la naturaleza.

Pero la Conservación Fortaleza no es solamente una manifestación de los valores estadounidenses; cuenta con el apoyo popular y sustancial de muchos gobiernos de todo el mundo (Brockington et al. 2008). La Conservación Fortaleza, como veremos más adelante en el artículo, es una importante fuente de ingresos y de prestigio para los gobiernos africanos. Proporciona espacios para los turistas y puede ser parte integral de los objetivos y agendas de modernización. Las Conservación Fortaleza pudo haber comenzado siendo una imposición extranjera, pero ha sido plenamente bien integrada y aceptada por sus países de acogida (Adams 2004).

El propósito de este artículo es explorar las posibilidades de la Conservación Fortaleza en los contextos africanos. Es bien reconocido que esta política puede provocar costes no deseados a nivel local e incluso un considerable empobrecimiento (Adams et al. 2004). Es también una política de la que muchos conservacionistas quieren depender menos (Hutton et al. 2005). Muchos preferirían un movimiento hacia formas de conservación más inclusivas y justas, hacia medidas más basadas en la comunidad. Sin embargo, para que esto suceda es necesario entender mejor la naturaleza de los puntos fuertes de la Conservación Fortaleza. Sólo entonces podremos comprender la naturaleza de las barreras que impiden avanzar hacia la conservación basada en la comunidad.

Mi argumento es, en esencia, que la Conservación Fortaleza es mucho más fuerte de lo que muchos de sus críticos admiten, y que tenemos que apreciar estos puntos fuertes para que otra alternativa sea posible. Con el fin de exponer este argumento primero presento, con cierto detalle, un ejemplo paradigmático de Conservación Fortaleza, la del Parque Nacional de Mkomazi, en Tanzania. Al explorar los detalles de este caso, podemos apreciar con mayor precisión cuan fuertes pueden ser las políticas de la Conservación Fortaleza. A continuación resumo de este caso algunas de las razones más generales detrás de la fuerza perdurable de la Conservación Fortaleza. Finalmente considero la esperanza que hay, dada la correlación de fuerzas, para las perspectivas de conservación comunitaria en el continente.

Mkomazi, un caso paradigmático

El caso del Parque Nacional de Mkomazi se ha convertido en un caso paradigmático en el campo de los estudios sobre conservación y se cita habitualmente en la literatura sobre la Conservación Fortaleza1. Este parque fue declarado por primera vez como una Reserva de Caza en la década de los 50 del siglo XX y contenía varios miles de personas y centenares de miles de cabezas de ganado durante gran parte de su existencia. Se despejó de residentes a finales de los 80 y, con el soporte de las ONG de conservación de EEUU y del Reino Unido, fue rehabilitado como un área prístina del África salvaje. Fue declarado Parque Nacional en el año 2006.

El caso es bien citado, ya que proporciona un claro ejemplo de la Conservación Fortaleza en acción. Demuestra el poder de esta política, ya que fue capaz de eliminar a miles de personas y centenares de miles de animales del paisaje. Esto a su vez demuestra la injusticia de esta política, puesto que estas acciones causaron empobrecimiento a nivel local. Sin embargo, también demuestra la naturaleza seductora y atractiva de la visión de la Conservación Fortaleza, que ha sido capaz de recaudar millones de dólares para apoyar la causa de este Parque. Y así, esta yuxtaposición de empobrecimiento con el éxito de la conservación demuestra también la naturaleza del poder de la Conservación Fortaleza, que puede ser relativamente impermeable ante algunas formas de oposición local.

Sin embargo, aunque estos titulares son bien conocidos, no siempre está claro que el estudio sea tan bien entendido como citado, porque una vez que los detalles dolorosos de este caso se hacen evidentes, está claro que la Conservación Fortaleza no es sólo poderosa, exitosa e injusta, sino que también es una fuerza extraordinariamente creativa. La Conservación Fortaleza no sólo preserva paisajes salvajes y especies preciosas. Los hace aparecer. Esto hace de la Conservación Fortaleza una política potencialmente expansiva que puede poner más tierras bajo su dominio. No se ve restringida por la disminución de espacios naturales y la expansión de la raza humana, la Conservación Fortaleza hace retroceder esta marea.

Para apreciar estos detalles debemos entender cómo Mkomazi es presentado por sus partidarios, y luego contrastar estas representaciones con historias e interpretaciones alternativas. La visión conservacionista de Mkomazi es seductoramente simple e incluye tres capítulos. En primer lugar, se presenta como un espacio natural perdido, que ha sido restaurado a su antigua grandeza. Esto significa que la gente no tiene cabida en su paisaje. Su estado original, primordial y apropiado es estar desprovisto de la antinatural presencia humana. En segundo lugar, como prueba de lo inapropiado de la humanidad en el paisaje, el medio ambiente de Mkozazi había sufrido una degradación dramática, mientras la gente, y sobre todo su ganado, estaban allí. La gente en el paisaje había talado árboles, había prendido fuegos, había causado un pastoreo excesivo y había cazado animales valiosos. No se limitaron a despojarlo con su presencia, lo profanaron con sus prácticas. Después de su salida de la Reserva, sin embargo, la gente ha sido atendida con una variedad de proyectos de desarrollo local. Este es el tercer capítulo. Clínicas, escuelas y visitantes del Parque, permiten atender las necesidades legítimas de las personas mientras las políticas de conservación siguen en marcha.

Debemos entender ahora que esta visión puede ser inexacta y equivocada. La clave aquí es la historia a largo plazo de las llanuras que se convertirían en Mkomazi. Los registros más antiguos que tenemos han descrito el área como un “espacio natural Wakabi”, donde unos pueblos pastorales de habla maa, conocidos como kwavi (o parakuyo), ocuparon tierras al norte de las montañas Pare y al este del Kilimanjaro a principios del siglo XIX. Estos pueblos fueron expulsados por la invasión de los maasai durante el período de las guerras civiles iloikop, que estallaron entre los hablantes de maa en las primeras décadas del siglo XIX. Huyeron hacia el este y hacia el sur, algunos refugiándose en las comunidades agrícolas de las colinas o de asentamientos protegidos. Estas guerras parece que despoblaron las llanuras, y les llevó bastante tiempo a los vencedores ocupar sus tierras. Pero a lo largo del siglo cada vez más exploradores proporcionaron descripciones de encuentros entre ellos y los pastores de habla maa. El último fue en 1890, cuando el explorador francés Le Roy encontró miles de cabezas de ganado y pastores en Gonja, justo en el límite del parque actual. Los pastores habían repoblado las llanuras.

Sin embargo, cuando el capitán Smith viajó a través del mismo paisaje, sólo dos años después, no encontró gente ni ganado, ni tampoco encontró ungulados salvajes. Las llanuras estaban vacías. Habían desaparecido por la epidemia de peste bovina, que podemos fechar exactamente en esta área hacia febrero  de 1891, según lo registrado por los soldados alemanes de una expedición punitiva hacia el interior. Contabilizaron rebaños saludables en su viaje de ida hacia el interior y encontraron la epidemia en pleno desarrollo a su regreso.

Esta epidemia, que causó la muerte del 95% de los ungulados, provocó hambruna y severos trastornos. Los pastores maasai sufrieron aún más al declararles la guerra a los alemanes en ese momento. Esto fue seguido por la Primera Guerra Mundial, en la que se produjeron incursiones a través de la frontera entre la Tanganika controlada por los alemanes y la Kenia británica. Una vez más se vaciaron las llanuras.

El siglo XX vio el retorno de la paz, y gradualmente los pastores comenzaron a expandirse en estas tierras otra vez. Pero, irónicamente, las políticas enrevesadas de Mkomazi y su turbulenta historia se deben totalmente a las expansiones que fueron posibles por esta prosperidad, y a la forma en que esta expansión chocó con las políticas británicas destinadas a controlar y gobernar a los pueblos y el territorio del mandato. Los británicos consideraban que los grupos étnicos son discretos, social y espacialmente, y trataron de mantener algunos grupos (los maasai) en territorios particulares al mismo tiempo que trataban de separar a los residentes de Kenia de los de Tanzania.

Estas políticas se convirtieron en un problema, ya que entre las décadas de los 30 y 40 un foco de inmigración se formó alrededor del lago Jipe, donde los pastores residentes en Tanganika tuvieron que abrevar su ganado en el lado del lago perteneciente a Kenia, ya que el barro impedía su acceso al lago desde el sur. Las autoridades kenyanas se opusieron y cerraron la frontera. Ante el desalojo forzado, los pastores se movieron hacia el sureste, donde se enfrentaron con pastores parakuyo, los descendientes, muy probablemente, de los supervivientes de las guerras iIloikop, que vivían en las llanuras del norte de las montañas Usambara. Los pastores parakuyo se quejaron de los recién llegados a las autoridades británicas, y, en medio de este conflicto, la Reserva de Caza de Mkomazi fue registrada.

La solución que escogieron los británicos para este conflicto fue permitir que los parakuyo siguieran viviendo dentro de la nueva Reserva, pero desalojar a los recién llegados. Sin embargo, a lo que los residentes parakuyo se oponían no era a la presencia de estos inmigrantes, sino a la manera tan repentina como habían llegado.

Los desalojados trataron de regresar y lo hicieron utilizando medios más suaves, y esta vez los parakuyo permitieron que se quedasen, incluso hasta el punto de permitir que los inmigrantes tomaran los nombres de los pastores difuntos que habían estado en la lista de residentes permitidos. Como uno de los ancianos recordaba: “Hablamos entre nosotros; nos entendíamos. Nos entendíamos, nos casamos entre nuestras familias, intercambiamos ganado. Mantuvimos la calma, no quisimos dar la alarma… no nos quejamos al gobierno. Lo dejamos así, vivíamos todos juntos aquí”.

El resultado fue que el número de humanos y el número de ganado dentro de la Reserva aumentaron continuamente durante los siguientes 35 años.

Lo importante de esta historia es que es bastante extraño concebir la llanura en la que la Reserva fue declarada como un espacio salvaje, como un lugar sin gente. La gente había residido o había estado usando estas tierras durante gran parte de los últimos 200 años, y las llanuras sólo habían sido desocupadas tras episodios inusuales de guerra y enfermedad. Mkomazi no es un espacio natural “restaurado”, es uno manufacturado, una creación tan humana como el concepto mismo de espacio natural.

Sin embargo, si estas llanuras habían tenido durante mucho tiempo gente en ellas, ¿podrían hacer frente a este uso creciente? ¿Cuáles fueron los impactos medioambientales de la afluencia de ganado? El crecimiento se limitaba inicialmente a la parte oriental de la Reserva, donde se permitía la residencia. Desde la década de los 70 del siglo XX también se les permitió a los pastores ocupar el lado occidental. Esto significó que el número de ganado aumentó de 20.000 en el primer censo a más de 80.000 en el censo de 1984. Estos números probablemente no tenían precedentes. ¿Qué le hicieron al medioambiente?

Las respuestas oficiales a la presencia de ganado son interesantes aquí. Habían denunciado las cantidades de ganado y reclamado su reducción. Pero hay dos contradicciones en estas posturas. En primer lugar, el número de ganado presente estaba probablemente dentro de los límites permitidos, a la vez que los pastores eran acusados de sobrepasarlos. En segundo lugar, a pesar de las predicciones oficiales de una inminente desertificación y del colapso la productividad, la cabaña ganadera continuó prosperando, y más gente pretendía migrar a las llanuras.

Una posible explicación de los fracasos de las evaluaciones oficiales de la capacidad de carga de los pastos es que estaban basadas en una visión errónea, que buscaba el equilibrio en la ecología de las zonas áridas, equilibrando el número de ganado con la vegetación. Sin embargo, puede ser más preciso ver como la vegetación responde a la lluvia principalmente, en lugar de a los herbívoros. Las teorías del no-equilibrio en la ecología de los pastos sugieren que son sostenibles densidades de población mucho mayores (Behnke et al 1993;. Gillson y Hoffman 2007).

Esto no significa que la ganadería no tuviera ningún efecto. Los análisis de datos obtenidos por satélite muestran que había áreas de suelo pelado tras la presencia de mucho ganado (Brockington 2005). Sin embargo, éstas no están asociadas con las áreas con una historia más antigua de residencia en la Reserva. Parecen haber existido buenos sistemas para controlar la gestión de los pastizales. Además, estos análisis también muestran que la vegetación se recuperó con cierta rapidez del efecto del ganado.

Lo que importa aquí es que la supresión completa del ganado del ecosistema fue una necesidad medioambiental. Se pensó que la población y su ganado destruirían Mkomazi. Pero las pruebas de esto son simplemente muy débiles.

¿Y qué decir de las consecuencias humanas del desalojo? En primer lugar, es necesario tener en cuenta que la restauración y rehabilitación de la Reserva después de la expulsión de los residentes no resultó en un nuevo influjo de turistas. No hay albergues permanentes, y relativamente pocos ingresos y pocas oportunidades de empleo. Mkomazi es un área de dispersión para la vida salvaje en la estación de lluvias, no un área de concentración en la estación seca. Por lo tanto, hay pocos puntos de agua donde se puede garantizar a los turistas el avistamiento de la fauna en la temporada seca, y en la estación húmeda la observación es difícil debido a la abundante vegetación y a la dispersión de los animales. Al analizar los costes del desalojo, por lo tanto, el problema se hace más claro por la ausencia de una actividad compensatoria derivada del nuevo negocio turístico.

Ante esta ausencia, ¿qué provocaron los desalojos para los pastores residentes? Los censos ganaderos muestran que el tamaño de los rebaños disminuyó de más de 350 cabezas a alrededor de 70. Habían sido pastores ricos. Estos promedios, ocultan, sin embargo, distribuciones altamente sesgadas, con pocos pastores relativamente prósperos, y muchas familias mucho más pobres.

La ausencia de ganado, y por tanto, de leche, tiene consecuencias para las dietas y para los ingresos de las mujeres. El abastecimiento de leche y su uso son determinados por las mujeres, y a menudo venden la leche para disponer de ingresos propios, que gastan en abalorios o en ropa y educación para los niños. Sin embargo con poco ganado para vender para comprar maíz, la leche tiene que ser cambiada por comida a diario. En algunos casos, las mujeres tienen que cambiar su papel por completo, y se convierten en vendedoras ambulantes de medicinas, viajando en largos circuitos con colecciones de plantas medicinales que venden en ciudades regionales.

La ausencia de ganado también golpeó a la economía local. El mercado de ganado se desplomó, y hay menos cabezas vendidas en la región que antes. Además, el tipo de ganado vendido ha cambiado. Cuando la Reserva estaba ocupada, la mayor parte de las reses vendidas eran machos, como cabría esperar de las sociedades pastorales. Las hembras son el núcleo del rebaño, las que suministran leche para la alimentación y terneros que garantizan la futura supervivencia. Vender las hembras del rebaño es un signo de estrés, y después del período de desalojo, la tasa de machos/hembras vendidas se redujo de alrededor de 3:1 a cerca de la paridad.

Es evidente que los medios de vida pastorales se resintieron como consecuencia del desalojo, y los desalojados protestaron tan vigorosamente como les fue posible por la desgracia que estas políticas imponían en sus vidas. Protestaron ante los dirigentes de los distritos y las regiones, ante sus diputados y ante la sede del partido (cuando Tanzania era todavía un Estado de partido único), ante la Iglesia Católica y, finalmente, ante las organizaciones no gubernamentales locales e internacionales, culminando, en última instancia, en una causa judicial para impugnar la legalidad de los desalojos. El tribunal consideró que los desalojos no se habían llevado a cabo de manera legal a causa de la violencia y la falta de pago de una indemnización.  Pero dictaminó, curiosamente,  que como los demandantes se consideraban “maasai”, no tenían una larga historia de residencia en la Reserva.

Hasta este punto, debería ser evidente que Mkomazi presenta un caso bastante claro de la injusticia de la conservación. Nociones erróneas de la historia y la ecología han sustentado las políticas que han resultado en el desalojo, la exclusión y el empobrecimiento de los antiguos residentes de la Reserva. Pero, por desgracia, aquí no termina toda la historia. Hay dos vueltas más de tuerca que hacen que Mkomazi sea particularmente significativa en el registro de errores de la conservación.

En primer lugar, el dolor y la injusticia importan no tanto por la angustia que significan, sino por la forma en la que han sido tan íntegramente ignorados y exagerados por las presentaciones internacionales de Mkomazi en círculos conservacionistas y de recaudación de fondos. Asesores que investigaron la idoneidad de la Reserva como santuario del rinoceronte negro declararon: “Parece que hay un resentimiento escaso hacia la Reserva de Caza de Mkomazi por parte de los Msaai (sic), ya que eran muy conscientes de que su permiso para pastar en la reserva era sólo temporal.”

La publicidad de la recaudación de fondos internacional insistió en que los pastores desalojados no eran “indígenas de la zona”, librando de este modo a la Reserva del problema de no respetar los derechos indígenas. Esto se ve aún más reforzado por la publicidad, que no hace mención de los problemas que causó el desalojo e ignora la rica y compleja historia de uso de la zona por parte de las poblaciones.

Además, la creación del santuario de los rinocerontes se concibió deliberadamente como un medio para poner la Reserva en el mapa, de elevar su perfil internacional. Fue un proyecto político desde el principio, y la publicidad y los informes engañosos que lo rodean son totalmente concordantes con esas ambiciones políticas.

Una vez más, debo subrayar que la omisión, falsedad y mentiras no son aquí el punto más importante. Sí, está mal en muchos aspectos, pero lo importante es que, a pesar de estos problemas, tiene mucho éxito. Funciona. Y este es el toque final. La recaudación de fondos para Mkomazi ha conseguido millones de dólares. El santuario de rinocerontes prospera, con un rebaño de cría, y se mantiene seguro a pesar del reciente aumento de la caza furtiva. Tiene un papel vital en el plan de conservación de especies más amplio. Mkomazi sigue disfrutando de publicidad favorable en los círculos de élite, con patrocinio empresarial permanente y el aval real y de celebridades. La imagen del lugar está asegurada contra las malas noticias que deberían implicar los problemas que he descrito anteriormente.

Este es el motivo por el cual Mkomazi es un estudio de caso tan valioso. Demuestra como lo poderosa que la Conservación Fortaleza puede ser a pesar de su irrealidad y falsedad. Estar equivocado no impide volverse poderoso.

Podemos argumentarlo de forma ligeramente diferente. La Conservación Fortaleza es una fuerza remarcablemente creativa. Simplemente hay que darse cuenta de lo que está sucediendo en Mkomazi. No preserva especies y paisajes amenazados y mediáticos, los está creando. La conservación en Mkomazi ha supuesto la creación de un área salvaje a través del desalojo de poblaciones de las tierras que habían ocupado durante décadas. Ha importado especies carismáticas de las reservas de Suráfrica y zoológicos de Europa. Ha tratado el problema de las pertenencias locales proclamando que los pueblos desalojados no eran autóctonos de la zona.

La Conservación Fortaleza es sólida en parte debido a su poder creativo, debido a su capacidad para producir nuevos lugares que requieren, o al menos parecen requerir, nuevas fortalezas con las que pueden ser conservados. Las fortalezas, pues, no están consolidando área vírgenes y especies valiosas en disminución, están proliferando a través de muchos paisajes y creciendo en número, no disminuyendo, como el crecimiento de las áreas protegidas debe dejar claro.

Las razones detrás del poder persistente de la Conservación Fortaleza

El caso de Mkomazi recoge varias de las razones por las que las políticas de Conservación Fortaleza tienen un poder tan perdurable en el continente. Hay cinco que debemos discutir aquí.

La primera se deriva del poder perdurable del mito del África salvaje en la mentalidad occidental. Hace muchos años, Adams y McShane publicaron un popular libro que desacreditaba este mito y que mostraba lo inadecuado que era para la realidad de la ecología, la historia y las interacciones humanas con el medio ambiente que dominan el continente (Adams y McShane 1992). Llegaron a la conclusión que, como el mito se basaba en la mentira, era una base pobre para la política de conservación.

Lamentablemente, los autores tenían razón parcialmente. El mito de África salvaje está mal adaptado a muchos contextos africanos y es una guía pobre para una política equitativa de conservación. Pero, como hemos visto en Mkomazi, ese mito puede crear sus propias realidades. Puede ser equivocado y ahistórico, pero puede persistir a pesar de estos defectos (Carrier 1998; Igoe 2010).

Una de las razones de su persistencia es su atractivo para muchos en el Norte global. El mito del África salvaje crea paisajes a los que americanos y europeos quieren ir en calidad de turistas. Es un mito perpetrado en documentales de historia natural que, persistentemente, retratan paisajes sin gente como lo correcto, normal y adecuado para las áreas naturales africanas.

Debido a su popularidad, por lo tanto; debido a la oportunidad que ofrece a los (blancos) occidentales de conservar África, y debido al modelo preparado que les proporciona para hacerlo, el mito del África salvaje sigue siendo un elemento esencial de los modelos de Conservación Fortaleza en el continente. En pocas palabras, este modelo funciona porque recauda dinero. Pero ¿cómo esta popularidad y el dinero resultante, se extienden a proyectos de conservación sobre el terreno?

En parte, la respuesta es: debido a la influencia y a las actividades de las ONG de conservación. Hay cientos de estas organizaciones que fueron canalizando, estimamos, unos 200 millones de dólares para causas de conservación en el continente (Brockington y Scholfield 2010). Es tanto como todo lo que contribuye la industria de la caza (Lindsey et al., 2007). Sin embargo, las ONG de conservación son increíblemente diversas. Pocas de ellas dedican fondos para apoyar la Conservación Fortaleza, muchas de ellas están mucho más interesadas en el trabajo centrado en la comunidad, o en iniciativas políticas. De hecho, podemos estar seguros de que muchas ONG de conservación simplemente no apoyan áreas protegidas. Esto se desprende del hecho de que sólo el 37% (por área) de las áreas más estrictamente protegidas (es decir, las categorías de la UICN 1-4) están protegidas por ONG. Podría, sin embargo, ser totalmente posible con sólo 60 millones de dólares proteger el 92% de estas áreas protegidas (por área). El hecho que no estén gastando su dinero así sugiere que muchas ONG de conservación tienen otras prioridades en mente. Sin embargo, lo importante sigue siendo que las ONG de conservación son un vehículo a través del cual se pueden financiar prácticas de Conservación Fortaleza.

Más importante, sin embargo, que la influencia de las organizaciones extranjeras es el papel de los propios gobiernos africanos. Son otro de los medios por los que los deseos de los turistas tienen influencia. En pocas palabras, los estados africanos están contentos de crear espacios donde los turistas puedan ir. Los turistas son buenos proveedores de ingresos.  Son mucho mejores en el pago de impuestos que los residentes rurales a los que desplazan; al respecto, Mkomazi es inusual porque consiguió un fuerte apoyo gubernamental, en ausencia de ingresos turísticos elevados.

Más que eso, los mitos de los turistas están felizmente de acuerdo con la visión de muchos estados de lo que un buen estado moderno debería ser. Los parques nacionales constituyen un medio de desplazar y modernizar a los pueblos indígenas, que son percibidos por sus gobiernos como primitivos y retrasados (Colchester 1997). Un sistema bien gestionado de áreas protegidas también se percibe como un bien en sí mismo, una medida reconocida de progreso que se consagra como uno de los indicadores de éxito de los objetivos de desarrollo del milenio. Las áreas salvajes protegidas pueden ser un invento colonial, pero son un invento que ha sido acogido con entusiasmo por los gobiernos independientes, cuyas nuevas áreas protegidas han asegurado que África fuese líder mundial con respecto al patrimonio protegido durante al menos una década después de que las independencias se extendieran por el continente.

La última razón detrás del éxito duradero de la Conservación Fortaleza es la debilidad de la oposición local (Brockington 2004). La Conservación Fortaleza puede prosperar a pesar del hecho de que no sea bienvenida. Puede ser impuesta porque los africanos rurales carecen de la potencia de fuego, organización, cohesión y habilidades para enfrentarse a los guardas de los parques entrenados y bien equipados.

Este es un argumento polémico, y debe manejarse con cautela. La nueva crisis de caza furtiva demuestra que los africanos rurales pueden suprimir con eficacia las especies valiosas a pesar de que tengan una fuerte protección. Pero pueden hacerlo en pequeños grupos, actuando como fuerzas guerrilleras, y es algo muy diferente a oponerse, masivamente, a las imposiciones de la Conservación Fortaleza.

Alternativamente, puede haber casos en los que los estilos de vida de los vecinos de los parques y sus medios de subsistencia sean íntimamente opuestos a las prácticas de conservación en cada detalle. Se dedican a la cría de ganado dentro de las áreas protegidas, recogen paja, postes de madera para construcción y leña, y también cazan. Sin embargo lo hacen en una escala que no puede equipararse con la fecundidad de las tierras conservadas, que tienen capacidad para regenerarse. El uso ilegal persiste, pero no hasta el punto de que amenace la mayoría de los aspectos de la existencia de las áreas de conservación.

De manera general ha sido sostenido durante muchos años  que la conservación tiene que tener el apoyo local si quiere tener éxito (Borrini-Feyerabend et al., 2002). Este fue uno de los motivos por los que los conservacionistas comenzaron a apartarse de la Conservación Fortaleza en primer lugar. Temían que, al alienar a sus vecinos, los conservacionistas acumularan problemas para sí mismos en el futuro. Una vez más, esto es cierto en muchos casos. La conservación está repleta de historias de lugareños hostiles, que han socavado, si no atacado directamente, la naturaleza que se había estado tratando de salvar (Western y Wright 1994). Pero mi opinión aquí es que esto no siempre es cierto. Puede haber casos en los que la conservación puede imponerse a pesar de la oposición local (Holmes 2013).

Este sin duda ha sido el caso en Mkomazi. Las desgracias del desalojo se han impuesto a una minoría relativamente débil. La mayor parte de los vecinos del Parque experimentaron sólo dificultades limitadas debido a los desalojos. La ausencia de turismo dentro de la Reserva y de ingresos y beneficios les afectó tan poco como la exclusión y el desalojo. Al concentrarse los problemas en un grupo marginal, la Conservación Fortaleza puede persistir.

En resumen, pues, la Conservación Fortaleza puede persistir en África, ya que crea lugares que son tan atractivos para los turistas occidentales y los conservacionistas de sofá, a causa de las ONG concretas que son capaces de mover sus fondos para apoyar a estos lugares, y porque estas visiones occidentales se ajustan tan bien a las necesidades y a las ambiciones de los gobiernos africanos. Todo esto proporciona las herramientas y el motivo para establecer más fortalezas de conservación. Además, sin embargo, las políticas locales de Conservación Fortaleza también indican que pueden ser más fuertes que el descontento que provocan. Cuando los costes son compartidos de manera desigual, y se concentran en minorías, entonces estos costes, o incluso la mera ausencia de beneficios, se pueden tolerar.

Conclusión: ¿qué perspectivas hay para la Conservación Comunitaria?

Si la Conservación Comunitaria se enfrenta a estas fuerzas poderosas, ¿qué es lo que podría permitirle tener éxito? Si el análisis anterior es correcto, entonces se enfrenta a importantes obstáculos si ha de convertirse en una práctica generalizada. De hecho, en muchas de las medidas para empoderar a las comunidades podemos ver estos obstáculos en funcionamiento.

Tal vez el más significativo sea la oposición que la Conservación Comunitaria enfrenta a la hora de la toma de decisiones políticas y sobre el terreno, por parte de los intereses creados de las élites y, en particular, del Estado. La esencia de la Conservación Comunitaria conlleva la devolución del poder sobre los recursos naturales, y los ingresos que se pueden producir, a los grupos rurales. Esto implica que los agentes del estado en gobiernos centrales y locales deben ceder ese poder, y los ingresos, a los demás. No son de extrañar, por tanto, los numerosos estudios de Conservación Comunitaria en la práctica y de la devolución que implica, que describen casos de devolución parcial o frustrada, donde los poderes no son cedidos adecuadamente (Ribot 2002; Ribot 2004). Alternativamente, describen casos de captura por parte de las élites, donde las élites locales son capaces de dominar la toma de decisiones sobre los recursos. O, informan de casos en que órganos no electos y no representativos (como las ONG locales) terminan controlando los asuntos en detrimento del interés mayoritario.

Estos casos ponen en una nueva perspectiva los puntos fuertes de la Conservación Fortaleza, que debatimos anteriormente. Ausentes el apoyo del Norte para el África salvaje, y las visiones de los conservacionistas de sofá, las tendencias que conducen a la Conservación Fortaleza todavía siguen siendo fuertes. Otra forma de decirlo es que los políticos africanos podrían hacer políticas de Conservación Fortaleza por ellos mismos. No necesitan mitos del África salvaje para hacerlo. No obstante, estos mitos presentan unas condiciones externas difíciles, que harán que sea más difícil el florecimiento de las medidas de Conservación Comunitaria.

Por todas estas razones, por lo tanto, la Conservación Comunitaria se enfrenta a importantes obstáculos. Pero sería demasiado fácil terminar con esta nota deprimente. Tenemos que reconocer que hay un lento alejamiento de la Conservación Fortaleza; y por eso es precisamente interesante examinar sus puntos fuertes. Las normas están cambiando. Las fortalezas ya no dominan el discurso del ideal de las prácticas de conservación. Siguen siendo un arma en el arsenal de la conservación, y ampliamente usada, pero en el discurso político y la expectativa internacional, la conservación basada en la comunidad se ha convertido cada vez más en algo importante.

En segundo lugar está lo que pasa sobre el terreno. La práctica de la conservación, ya sea basada en la comunidad o en la fortaleza, es heterogénea, diversa y continuamente cambiante. Los análisis de la conservación basada en la comunidad se centran en las dinámicas políticas continuas sobre la distribución de la fortuna y la desgracia que producen. Lo mismo sucede con la Conservación Fortaleza. Aunque los espacios que estas políticas proporcionan para la acción, la resistencia y la contestación son reducidos, existen.

Si las injusticias y las imposiciones de la Conservación Fortaleza importan, no lo hacen por los principios abstractos de justicia que violan, sino a causa de la violencia material que ejercen sobre los medios de subsistencia locales, y debido a las transformaciones que provocan en las ecologías de las tierras salvajes. Por tanto, tenemos que entender también de forma precisa lo que implica la Conservación Fortaleza en lugares particulares. Pues las realidades sobre el terreno, de un lugar a otro, varían enormemente.

Notas

1 Para el resumen en esta sección me baso en mi libro anterior sobre este tema (Brockington 2002).

Referencias

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